Las Naciones Unidas nacieron hace setenta y seis años como un rayo de esperanza cuando la humanidad trataba de dejar atrás los horrores de un conflicto catastrófico.
Hoy, las mujeres y los hombres de las Naciones Unidas llevan esa esperanza a todos los rincones del planeta.
El COVID-19, los conflictos, el hambre, la pobreza y la emergencia climática nos recuerdan que nuestro mundo dista mucho de ser perfecto.
Pero también dejan claro que la solidaridad es el único camino para seguir adelante.
Tenemos que unirnos para afrontar los grandes retos y avanzar en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Velando por que todas las personas, en cualquier lugar, tengan acceso cuanto antes a las vacunas contra el COVID-19.
Garantizando y defendiendo los derechos y la dignidad de todas las personas, especialmente de las más pobres y desfavorecidas, de las niñas y mujeres, y de los niños y jóvenes.
Tratando de poner fin a los conflictos que asolan nuestro mundo.
Asumiendo compromisos climáticos audaces para salvar nuestro planeta, y haciendo honor a esos compromisos.
Y construyendo una gobernanza mundial más inclusiva, en red y eficaz, tal y como se detalla en mi reciente informe, Nuestra Agenda Común.
Los valores que han impulsado la Carta de las Naciones Unidas durante los últimos setenta y seis años — paz, desarrollo, derechos humanos y oportunidades para todas las personas — no tienen fecha de caducidad.
Con motivo del Día de las Naciones Unidas, unámonos en torno a estos ideales y hagamos plenamente realidad la promesa, el potencial y la esperanza de la ONU.