La salud mental es un elemento central de nuestra condición humana. Nos permite vivir una vida pletórica y provechosa y participar en la vida de nuestras comunidades.
Pero el virus del COVID-19 no solo ataca nuestra salud física; también aumenta el sufrimiento psicológico.
La aflicción por la pérdida de seres queridos ...
La conmoción causada por la pérdida del empleo ...
El aislamiento y las restricciones a la circulación ...
Las dificultades de la dinámica familiar ...
La incertidumbre y el miedo al futuro ...
Los problemas de salud mental, como la depresión y la ansiedad, son algunas de las mayores causas de sufrimiento en nuestro mundo.
A lo largo de mi vida, y en mi propia familia, he estado cerca de los médicos y psiquiatras que tratan esas afecciones.
Cuando era primer ministro de mi país, Portugal, y luego como Alto Comisionado para los Refugiados, llegué a ser plenamente consciente del sufrimiento que causan. Este sufrimiento suele verse exacerbado por el estigma y la discriminación, lo que es absolutamente inaceptable.
Tras decenios de abandono y falta de inversión en los servicios de salud mental, la pandemia del COVID-19 está afectando ahora a las familias y comunidades con un estrés mental adicional.
Quienes corren un mayor riesgo son los trabajadores sanitarios de primera línea, las personas mayores, los adolescentes y los jóvenes, los que padecen trastornos de salud mental preexistentes y los que están atrapados en conflictos y crisis.
Debemos ayudar y acompañar a esas personas.
Incluso cuando la pandemia quede bajo control, el dolor, la ansiedad y la depresión seguirán afectando a las personas y las comunidades.
Este es el contexto en que se enmarca el informe de políticas sobre el COVID-19 y la salud mental que presentamos hoy.
Los servicios de salud mental son una parte esencial de todas las respuestas gubernamentales al COVID-19, y deben ampliarse y financiarse en su totalidad.
Las políticas deben apoyar y atender a las personas afectadas por trastornos de salud mental y proteger sus derechos humanos y su dignidad. Los confinamientos y las cuarentenas no deben discriminar a quienes tienen una mala salud mental.
A medida que nos recuperamos de la pandemia, debemos establecer más servicios de salud mental a nivel de la comunidad y asegurarnos de que la salud mental se incluya en la cobertura sanitaria universal.
Las Naciones Unidas están firmemente comprometidas con la creación de un mundo en el que todos, en todas partes, puedan recurrir a alguien para obtener apoyo psicológico.
Insto a los gobiernos, la sociedad civil, las autoridades sanitarias y otras entidades a que se reúnan urgentemente para abordar la dimensión de salud mental de esta pandemia.
Y exhorto en particular a los gobiernos a que anuncien compromisos ambiciosos en materia de salud mental en la venidera Asamblea Mundial de la Salud.