La pandemia del COVID-19 está causando temor y sufrimiento indescriptibles a las personas de edad en todo el mundo.
La tasa de letalidad para las personas de edad es más alta en general, y para los mayores de 80 años, es cinco veces el promedio mundial.
Más allá de su impacto inmediato en la salud, la pandemia coloca a las personas de edad en una situación de mayor riesgo de pobreza, discriminación y aislamiento. Es probable que tenga un efecto particularmente devastador para las personas de edad de los países en desarrollo.
Como persona de edad que soy, con la responsabilidad de una madre aún mayor, estoy profundamente preocupado por la pandemia a nivel personal, y por sus efectos sobre nuestras comunidades y sociedades.
Hoy presentamos un informe de políticas que ofrece análisis y recomendaciones para abordar estos desafíos. Nuestra respuesta al COVID-19 debe respetar los derechos y la dignidad de las personas de edad.
No tratemos a las personas de edad como si fuesen invisibles o desvalidas.
Quisiera ahora transmitir cuatro mensajes principales.
En primer lugar, ninguna persona, joven o vieja, es prescindible. Las personas de edad tienen los mismos derechos a la vida y a la salud que todos las demás.
Al adoptar decisiones difíciles respecto a la atención médica para salvar vidas, se deben respetar los derechos humanos y la dignidad de todos.
En segundo lugar, si bien el distanciamiento físico es fundamental, no olvidemos que todos formamos parte de una comunidad y que a ella pertenecemos. Necesitamos un mejor apoyo social y esfuerzos más inteligentes para comunicarnos con las personas de edad a través de la tecnología digital.
Ello es fundamental para las personas de edad que pueden estar experimentando un gran sufrimiento y sintiéndose aisladas por el confinamiento y otras restricciones que afrontan.
En tercer lugar, todas las respuestas de índole social, económica y humanitaria deben tener plenamente en cuenta las necesidades de las personas de edad, desde la cobertura sanitaria universal hasta la protección social, el trabajo decente y las pensiones.
La mayoría de las personas de edad son mujeres, que tienen más probabilidades de entrar en este período de sus vidas en la pobreza y sin acceso a la atención médica. Las políticas deben estar dirigidas a atender sus necesidades.
Y en cuarto lugar, no tratemos a las personas de edad como si fuesen invisibles o desvalidas.
Muchas personas de edad dependen de un ingreso y se dedican plenamente al trabajo, a la vida familiar, a la enseñanza y al aprendizaje, y al cuidado de los demás. Sus voces y su liderazgo cuentan.
Para sobrellevar esta pandemia juntos, necesitamos un mayor nivel de solidaridad mundial y nacional, así como las contribuciones de todos los miembros de la sociedad, incluidas las personas de edad.
A fin de recuperarnos de la mejor manera posible, hace falta ambición y visión para construir sociedades más inclusivas, sostenibles, adaptadas a las necesidades de las personas de edad y que puedan afrontar con éxito el futuro.